VIRTUOSO

26 de junio, Teatro Solís, 19:30hs.

Temporada Principal


Dirige: Martín García
Solista: Francesco D’Orazio (violín) (Italia)


Programa:
L.V. BEETHOVEN – Concierto para violín (40’)
JOHANNES BRAHMS – Sinfonía Nº3 (40’)


Apoya: Istituto Italiano di Cultura

 

MARTÍN GARCÍA
Director Artístico y Musical de la Orquesta Filarmónica de Montevideo

Desde enero de 2022, Martín García es Director Artístico y Musical de la Orquesta Filarmónica de Montevideo, elenco con el que debutó profesionalmente a los veintiún años siendo alumno de Federico García Vigil.
Su actividad como director sinfónico se extiende a lo largo de más de dos décadas al frente de más de veinte orquestas de Uruguay, Argentina, Brasil, España, Italia, Ucrania y Estados Unidos. En los años 2016 y 2017 se desempeñó como Director Artístico Musical de la Orquesta Sinfónica del SODRE.
Invitado por Julio Bocca en 2010, dirige musicalmente casi doscientas funciones del Ballet Nacional del SODRE, incluyendo las de la Gira por España 2016.
En 2004 fue galardonado con el 2º Premio en el Concurso Internacional de Directores Vakhtang Jordania realizado en Ucrania. En 2010 recibió un Premio Morosoli a la Cultura y en 2014 recibió un reconocimiento del Teatro Solís a diez años de su reapertura.
Es profesor de Dirección Orquestal en el Instituto de Música de la Facultad de Artes, donde además realiza proyectos de investigación sobre música uruguaya.
La formación de García como director incluye una Licenciatura de la Escuela Universitaria de Música de Montevideo, una Maestría en la Universidad del Norte de Colorado (EEUU) y los cursos de la prestigiosa Academia Chigiana de Siena con Gianluigi Gelmetti. Complementó su formación con estudios de composición, prácticas interpretativas y dirección coral.

FRANCESCO D'ORAZIO

Nacido en  Bari, Italia, D'Orazio se ha presentado como solista en toda Europa, Estados Unidos, Australia, China y Japón.
D'Orazio ha tocado en el Teatro alla Scala en Milan, Berliner Philarmonie, Accademia Nazionale di Santa Cecilia en Rome, Royal Albert Hall en London, Teatro Colón en Buenos Aires y Festivals Cervantino en México, Estanbul, MiTo, Montpellier, Potsdam, Ravello, Salzburgo, Strasbourgo, Tanglewood, Bienal de Venecia.
Francesco ha estrenado mas de 20 conciertos para violín y orquesta de  los compositores Terry Riley, Brett Dean, Michael Nyman, Ivan Fedele, Fabian Panisello, Michele dall'Ongaro, Fabio Vacchi, entre otros. Ha colaborado durante muchos años con Luciano Berio.
D'Orazio ha concertado con las orquestas: London Symphony, Teatro alla Scala Philarmonic Orchestra, BBC Symphony Orchestra, Orchestra Nazionale di Santa Cecilia, Orchestre National Il de France, Shangai Philarmonic, Berliner Symphoniker, RAI National Symphony Orchestra, Nagoya Philarmonic, Saarlandischer Rundfunk, bajo la dirección Lorin Maazel, Hubert Soudant, Pascal Rophé, Luciano Berio, Ingo Metzmacher, Sakari Oramo.
Ha grabado con los sellos Decca, Hyperion, Neos, Bis, Kairos, Amadeus y Stradivarius.
En 2010 la Asociación Nacional Italiana de Críticos de Música ha premiado a Francesco con el Premio Abbiati como “Mejor solista” del año.
Francesco toca un violin de Giuseppe Guarneri “Comte de Cabriac” hecho en Cremona en 1711 y un Jean Baptiste Vuillaume construído en Paris en 1863.
Ludwig van Beethoven – Concierto para violín  en Re Mayor op. 61

 

 

COMENTARIOS DE LAS OBRAS

 

Beethoven (Bonn, 1770 - Viena, 1827) compuso este concierto en los últimos meses de 1806, con revisión final a comienzos del año siguiente. La partitura está dedicada a Stephan von Breuning, violinista amigo del compositor, y fue concebida para ser interpretada por  Franz Clement, virtuoso destacado de la época. Es el único concierto de Beethoven con el violín como solista, si bien este instrumento ya había integrado el trío del Triple concierto, y son previas dos Romanzas para violín y orquesta, opus 40 y 50. También son anteriores, e importantes como antecedentes, los Cuartetos de cuerda opus 18 y opus 59. De acuerdo con la clasificación tripartita de la producción beethoveniana, este concierto se ubica en el período medio o “heroico”.  Representa la etapa casi final de la experimentación de Beethoven con la forma concierto; luego de éste sólo escribe el Concierto para piano N° 5  en 1809.
El Primer Movimiento tiene forma de allegro de sonata, pero con la particularidad de que todas las partes de la exposición están presentadas primero por la orquesta y luego por el violín; lo mismo ocurre con el desarrollo. De esto resulta un movimiento de duración inusitada para la época, 535 compases.  La obra comienza con una introducción de cuatro sonidos a cargo de los timbales, motivo rítmico que permanecerá latente a lo largo del movimiento. Se desarrolla una introducción o “falsa exposición”, para luego entrar plenamente en los dos temas desarrollados en el movimiento.  Desde el punto de vista de la forma el Segundo Movimiento  es un tema con variaciones, que difiere de los convencionales por presentar tres temas, cada uno con sus propias variaciones y con desarrollos armónicos y ornamentales diferentes, y que permanece en la tonalidad de Sol y sólo modula en el final.  El carácter de este movimiento es cercano al lirismo alcanzado en las dos Romanzas para violín previas: es simple, sereno, con un único centro tonal, en contraste con el dramatismo  y el mundo tonal cambiante del primero. Le sigue un rondó-sonata como Tercer Movimiento, estructura híbrida que combina aspectos formales del rondó simple con las características del allegro de sonata; esta innovación formal comienza a utilizarse en la segunda mitad el siglo XVIII aplicada a los movimientos finales de sonatas, sinfonías y conciertos.
La obra, estrenada en  diciembre de 1906 en el  Theater an der Wien.  Fue bien recibida por el público, pero no por la crítica. En el periódico Wiener Zeitung se sostuvo que  “El juicio de los conocedores sobre el concierto de Beethoven es unánime; admiten que contiene algunos bellos pasajes, pero reconocen que frecuentemente carece de coherencia y que sus interminables repeticiones de pasajes banales llegan a cansar”. Estos juicios deben haber influido en que no se le interpretara por casi 40 años, hasta que fue rescatado por el famoso violinista Joseph Joachim, quien en 1844 lo incluyó en un concierto dirigido por Mendelssohn, a partir del cual la obra pasó a integrar con honores el canon interpretativo del violín. Las cadencias – el momento de improvisación del concierto confiado al interprete virtuoso – creadas por Joachim son de las más interpretadas para esta obra.
Las novedades estilísticas de este concierto se originan, en gran parte, de rasgos tomados de la música de cámara. Algunos de estos aportes son la exploración del registro agudo del violín, las octavas consecutivas que aportan intensidad, las escalas cromáticas que en ocasiones se extienden por varias octavas, los trinos que funcionan como pedal y ornamentación al mismo tiempo.  Después del camino recorrido por su creador el concierto queda establecido, a comienzos del siglo XIX, como una forma plenamente romántica.

Johannes Brahms – Sinfonía N° 3 en Fa mayor opus 90


Luego de de un esbozo de 1880, Brahms (Hamburgo, 1833 – Viena, 1897)  concreta su Tercera Sinfonía en el verano de 1883; es estrenada en Viena en diciembre de ese año, bajo la dirección de Hans Richter.  Desde la primera interpretación esta Sinfonía obtiene un gran éxito, y rápidamente es estrenada en varios países europeos y en Estados Unidos. El propio Richter la denomina “Heroica”, en esa constante búsqueda de asociación de su creador con la obra de Beethoven. Desde  los augurios de Robert Schumann, y por su propia admiración hacia el maestro, Brahms siente esa responsabilidad y la expectativa sobre su producción. Para comprender lo que significó para Brahms trabajar sobre uno de los géneros más representativos del talento de Beethoven, debe tenerse en cuenta  la conocida “presentación” de Schumann: “Siempre he sabido que un día aparecería un artista que estaría llamado a ser la encarnación ideal del genio de su tiempo y cuyo arte no resultaría de un desarrollo gradual, sino que se manifestaría de golpe en toda su perfección, a semejanza de Minerva surgiendo completamente armada de la cabeza de Cronos. Pues bien, ya ha llegado, una sangre joven junto a cuya cuna montan guardia las Gracias y los Héroes. Se llama Johannes Brahms y ha venido de Hamburgo, donde realizó una obra creadora, ignorada de todos, en una profunda soledad. Todo en él, incluso su físico, anuncia a un elegido”.
Este texto resume la llamada “teoría del genio” que en el siglo XIX se aplicó tanto a un Beethoven como a un Napoleón: el individuo capaz de transformar, por su talento, determinado aspecto de la cultura, la sociedad, el destino de las naciones. Por otra parte, Schumann plantea su creencia en una especie de línea evolutiva de esa genialidad, y recurre con abundancia a la mitología de la Antigüedad  para subrayar ese carácter de elegido. Un elegido que no requiere de una maduración lenta del talento – aspecto que Brahms contradice, por ejemplo, en la gestación de su Primera Sinfonía – y que lo desarrolla con los aspectos de sufrimiento que requería el Romanticismo: ignorado y en soledad.
La Tercera Sinfonía es de carácter cíclico, aspecto que se reitera en compositores románticos. El tema de inicio reaparece en el último movimiento de la obra; también el segundo tema del Andante; el  Poco Alegretto  es también cíclico en su forma interna.
El Primer movimiento, Allegro con brio, comienza con tres acordes presentados por los vientos, sobre la base de los sonidos fa, la bemol y fa. Corresponden a las letras FAF, que simbolizan una frase conocida del compositor: "Frei aber froh" (“Libre pero feliz”).  El Segundo movimiento, por su carácter, sugirió a Clara Wieck el siguiente comentario: “Escucho, atenta, el murmullo de la plegaria que siento elevarse por encima de la capilla silvestre; escucho la voz de los riachuelos, la danza de los escarabajos y de los mosquitos. Es un zumbido y un cuchicheo; una se siente como prisionera de todas las delicias de la naturaleza”. Clara, compositora frustrada por su propia voluntad – como respuesta a la nula valorización que su época otorgaba al talento femenino para la creación musical – jugó un papel fundamental en la producción y los afectos de Brahms. Recordemos que el compositor le enviaba sus partituras regularmente. Este comentario es absolutamente romántico en su desborde imaginativo, pero muy representativo de la mirada de la estética del momento sobre las capacidades de la música para transmitir imágenes y sentimientos. Es paradójico respecto a la opinión de Brahms en relación a dichas capacidades; el compositor siempre mantuvo una opinión negativa respecto a la música programática.
En el Allegro final Brahms despliega una propuesta contraria a la tradición beethoveniana de un final triunfante. Se desarrolla en gran parte en la tonalidad de fa menor, y el tema de la introducción se reelabora y combina. El final en pianissimo es calmo, contra el uso de la época; muy representativo de Brahms, compositor meditativo. La obra sintetiza, entonces, esa tensión característica de este creador romántico con tanta inclinación hacia lo clásico, y la evolución de su proceso compositivo, que, ya en su madurez, se aleja del genio admirado para mostrar, en plenitud, su propia capacidad sinfónica.

Marita Fornaro Bordolli – Ernesto Abrines
Centro de Investigación en Artes Musicales y Escénicas,
Departamento de Ciencias Sociales, CENUR Litoral Norte,
Universidad de la República