INAUGURACIÓN DE LA TEMPORADA PRINCIPAL

12 de abril de 2023, Teatro Solís, 19:30hs.

 

Dirige: Martín García

Solista: Leticia Moreno (violín)

 

Obras:


MAURICE RAVEL

Tzigane (9’)

 

PABLO SARASATE

Fantasía de Carmen (12’)

 

JOHANNES BRAHMS

Sinfonía N°1 (45’)

 

Entradas en venta en Tickantel y boletería del teatro.

Precio único: $390

 

 

 

Maurice Ravel - Tzigane

Ravel (Ciboure, 1875 - Paris, 1937) es considerado, junto con Claude Debussy, como máximo exponente del impresionismo, aunque las diferencias entre los dos compositores son significativas. Si bien algunas obras de Ravel se enmarcan en la estética impresionista - Jeux D’Eau, Miroirs o Gaspard de la Nuit- ésta no prevaleció sobre su preferencia por las melodías y ritmos claros y las estructuras definidas del clasicismo. Por otra parte, sus armonías extendieron el margen de la tonalidad a través de la exploración de acordes inusuales y del uso de la bitonalidad. Ravel supo absorber diferentes corrientes y adaptarlas a sus propias búsquedas: postromanticismo, impresionismo,  elementos del jazz, melodías populares de diversas regiones, entre las que sobresale España. Tzigane, como su Bolero, es resultado de su inclinación hacia el ya citado orientalismo, en este caso, centrado en la cultura de los gitanos, sobre los que tanto se escribió desde la antropología y la musicología, incluido el interés de Liszt por caracterizar su música tradicional.
Ravel asume lo gitano como exotismo, y a través de lo que podríamos llamar fuentes secundarias. Durante una gira por Inglaterra en 1922  conoció a la violinista húngara Jelly d'Arányi - sobrina nieta del famoso Joseph Joachim y colaboradora de Béla Bartók - quien en una sesión privada tocó para Ravel la parte de violín de su Sonata para Violín y Violonchelo, y luego, a pedido del compositor, interpretó  melodías gitanas, una tras otra, según las crónicas, hasta el amanecer. Este fue el origen de la obra estrenada dos años después.  
El propio Ravel ha definido la obra como una rapsodia, a la manera de las Rapsodias Húngaras de Liszt, y con influencia del estilo de Sarasate. Las Rapsodias Húngaras están vinculadas al interés del compositor por la historia y la música del pueblo romaní, y evidencian el virtuosismo de Liszt. Como resultado, Tzigane  es una obra repleta de dificultades técnicas, a la altura de las reconocidas capacidades de Jelly  d’ Arányi, a quien compositores de primera línea le dedicaron obras.
El comienzo del extenso solo destinado al lucimiento del violín recuerda claramente los comienzos de las Rapsodias de Liszt, y la melodía se desarrolla con rasgos románticos. La participación tardía de la orquesta agrega una tímbrica que se acerca a la estética impresionista; el arpa contribuye a esta sonoridad, seguida por un pequeño solo de flautín que introduce el diálogo del violín solista con las cuerdas. Las diferentes dificultades técnicas abordadas vinculan esta obra con los Estudios de Chopin y la escritura de Liszt, donde todos los recursos del piano eran investigados meticulosamente. En algunos momentos la orquesta cambia su tímbrica para asumir un papel más brillante, con intervención de los metales. Lo gitano aparece tamizado por el exotismo ya mencionado; no hay melodías romaníes propiamente dichas. La obra resume todo el talento de Ravel, su apertura de intereses y la estética que responde a una época en la que todavía se sostiene una idea romántica de la cultura popular europea.

 

Pablo de Sarasate – Fantasía sobre “Carmen” de Bizet para violín y orquesta op. 25

Sarasate (Pamplona, 1844 – Biarritz, 1908) representa el ideal romántico del genio interpretativo, expresado en un virtuosismo llevado a extremos que daban lugar a leyendas sobre aspectos sobrehumanos. Como compositor desarrolla una escritura netamente romántica, inspirada en la música tradicional de diferentes regiones de España.
La fantasía como tipo  de obra también  responde a la estética romántica, en cuanto pieza que permite escapar de la sujeción de una forma rígida y da lugar a variaciones o improvisación. La obra elegida como inspiración es un ejemplo del llamado orientalismo, es decir, las maneras en que Europa ve, con una mirada cargada de exotismo, las culturas que le son ajenas – aunque pertenezcan al continente. Es el caso de España y, sobre todo, de Andalucía, elegida por el romanticismo como parte que representa a la totalidad del país, ignorando las particularidades de las culturas que lo componen.
El exotismo de  Carmen  está en su argumento pero especialmente en la música, con  motivos melódico-rítmicos y tímbricos tomados de obras populares. Los investigadores han identificado como una de las fuentes fundamentales utilizadas por Bizet la colección de canciones Flores de España, editada en 1863 por Sebastián de Iradier, en la que figura El Arreglito, base de la Habanera de Carmen. En estas fuentes está implicada, además, la presencia de lo cubano en Andalucía, los géneros llamados “de ida y vuelta”- Lo folklórico aparece tamizado por las reglas de la composición académica, que recurre a cromatismos, escalas y rasgos en la textura musical que construyen esa España imaginaria que se transformaría en tópico musical.
Sarasate no varía demasiado los aspectos melódicos del original; su intención evidente es desarrollar los recursos virtuosísticos del violín, que es protagonista. La obra incluye reelaboraciones de los momentos más populares de la ópera: la Aragonesa,  la Habanera,  un Interludio, la Seguidilla y la Danza de los Gitanos.

 

Johannes Brahms -  Sinfonía Nro. 1 en do menor, Op. 68

La producción de sinfonías por parte de los compositores románticos hace evidente la   tensión entre la estructura ordenada por la forma, propia del Clasicismo, y la búsqueda de la innovación.  Las sinfonías de Brahms (Hamburgo, 1833 – Viena, 1897) son ejemplo de esta especie de choque de intenciones. Como sucedió desde que Schumann lo “ungió” como el sucesor de Beethoven, desde que Hans von Bülow llamó a su Sinfonía N° 1 “La décima” en cuanto posible continuadora de las sinfonías de Beethoven, críticos e investigadores han buscado relaciones y continuidades entre las sinfonías de Brahms y la obra de Beethoven.
La Sinfonía comienza con una introducción lenta, marcada por la percusión, con tres ideas rectoras: la frase descendente de los vientos, cayendo en los tiempos fuertes; la frase ascendente de las cuerdas, a contratiempo, fuertemente cromática,  y por último, los timbales junto con los contrabajos, los contrafagots y los violonchelos, los registros graves percutiendo obsesivamente sobre el do. El movimiento propiamente dicho se desarrolla con la forma clásica del allegro de sonata. Los movimientos centrales, Andante sostenuto y Un poco allegretto e grazioso contrastan melódicamente con el allegro inicial; el  andante  presenta forma ternaria (A+B+A'); el solo de violín del movimiento contiene alusiones a  obras de Beethoven y todo el movimiento es considerado como uno de los logros de expresión romántica y de lenguaje propio del compositor en juego con su intención de continuidad. El Tercer Movimiento es un scherzo caracterizado por ritmos complejos y texturas entrelazadas. El Allegro ma non troppo del final es el que evidencia con mayor fuerza la influencia beethoveniana. Este final es el movimiento más extenso y más complejo, con sus cambios de tempo, su riqueza motívica, sus juegos tímbricos. Brahms, con una elaboración a través de  dos décadas,  logra una Primera Sinfonía que sintetiza su angustia por el peso de la historia y su preocupación por vincular técnica, forma y estética.


Marita Fornaro Bordolli
Centro de Investigación en Artes Musicales y Escénicas
Departamento de Ciencias Sociales, CENUR Litoral Norte,
Universidad de la República