BATUTA

15 de noviembre, Teatro Solís, 19:30hs.

Temporada Principal

Director y violinista: Emmanuele Baldini


Programa: Obras:
Félix Mendelssohn – Concierto para violín (28’)
Antonin Dvorak – Sinfonía Nº8 (41’)


Apoya: Istituto Italiano di Cultura

Entradas en venta en boletería del teatro o AQUÍ

Precio: $390

 

EMMANUELE BALDINI

Director y violinista nacido en Trieste, Italia, en una familia de músicos y residente en Brasil. Después de sus estudios con Bruno Polli, se perfeccionó en Ginebra con Corrado Romano, en Salzburgo y Berlín con Ruggiero Ricci y en la dirección orquestal con Isaac Karabtchevsky y Frank Shipway. Deste último, tuvo el honor de ser director assistente durante la preparación de su último concierto, que ocurrió en Italia.

Ganó diversos concursos internacionales y ha grabado más de 30 CDs publicados en todo el mundo. Ha tocado como solista o en dúo en las principales salas de concierto de las capitales europeas, norteamericanas y latinoamericanas, incluyendo cinco giras a Japón, tres a EEUU y una a Australia y China. Junto a los jefes de fila de la Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo fundó el Cuarteto OSESP. En los últimos años, ha intensificado su actividad pedagógica y de dirección. Ha colaborado con artistas de fama mundial como Maria-João Pires, Jean-Philippe Collard y Antônio Meneses, entre otros. El fallecido Maestro Claudio Abbado, en una carta para la agencia Harold Holt de Londres, dijo de Baldini: “Estoy impresionado tanto por su profundidad musical como por su nivel técnico.”

Su estreno en la temporada principal de la Filarmónica de Buenos Aires, en el Teatro Colón, ha sido un enorme éxito, y hoy es regularmente invitado para dirigir las principales orquestas de América Latina.

En Italia, Baldini fue concertino de la Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia, la Orquesta del Teatro alla Scala de Milán y la Orquesta del Teatro Giuseppe Verdi de Trieste. Desde 2005, es concertino titular de la Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo (OSESP).

Desde diciembre de 2016 es el Director musical de la Orquesta de Cámara de Valdivia, en Chile, y del grupo brasileño “Sphaera Mundi”, y desde 2015 tiene semanalmente un programa de radio sobre interpretación musical para la “Radio Cultura” de São Paulo, Brasil, donde vive con su esposa y su hija.

 

 

Félix Mendelssohn-Bartholdy – Concierto para violín en mi menor y orquesta, Op. 64

Félix Mendelssohn (Hamburgo, 1809 – Leipzig, 1847); escribe su primer concierto para violín en la adolescencia. Sin embargo, el Op. 64 influyó de tal manera en composiciones posteriores que terminó siendo el único citado como “concierto para violín de Mendelssohn”. Fue estrenado en 1844 en Lepzig, con dirección de Neils Gade y con Derdinand David como solista, luego de seis años de proceso compositivo. 
Esta obra deja atrás una por una las reglas de la composición clásica desde el primer compás. En ese momento el Romanticismo se encontraba en pleno auge y obras como este Concierto fueron parte del impulso que permitió su desarrollo. De cualquier concierto clásico se espera que la orquesta presente el tema y buena parte del material que luego retomará con virtuosismo el solista. Esta es la primera regla desechada por Mendelssohn: el tema es presentado por el propio violín solista en el inicio de la obra. Con un manejo de las intensidades de piano a fortissimo, con un tratamiento de la densidad sonora desde una textura sencilla (violín, cuerdas y timbal) a una compleja con un pleno orquestal, con un movimiento de la tonalidad desde lo diatónico (un claro mi menor) a pasajes cromáticos - todo esto condensado en escaso tiempo - el compositor nos coloca frente a un concierto maduro en su romanticismo. Sin embargo, lo innovador no le impide respetar la forma de allegro de sonata,  esperable para un primer movimiento: así, aparece un segundo tema en Sol mayor (relativo armónico de la tonalidad principal).  Lo clásico y lo nuevo (lo romántico) se muestran en una fértil tensión, en un discurso dialéctico a lo largo de la obra. 
Otro elemento compositivo reelaborado por el compositor es la cadenza y su ubicación temporal en el movimiento. La cadencia, ese espacio de libertad que el compositor cede al intérprete para que con los elementos constitutivos de su obra exprese su propia creatividad, está presente (se respeta la forma), pero está escrita. Y esta afirmación de la individualidad del compositor constituye una actitud plenamente romántica. Y además, como subrayando lo anterior, la coloca antes de la reexposición; los elementos “clásicos” se incluyen pero alterados. No es la primera vez que un compositor escribía una cadencia, pero a partir de este momento comienza a ser “lo habitual y esperable” para un concierto solista.
La forma cíclica, otro principio constructivo del romanticismo, también está presente, tanto en elementos microformales como en el nivel macro de la forma general del concierto. En lo micro una melodía lleva a la otra, un tema conduce al siguiente y salvo algunos pasajes particulares (como en las secuencias de escalas) el oyente puede seguir una especie de melodía continua. Lo mismo ocurre a nivel macro; el primer movimiento está unido al segundo y el segundo al tercero,  sin cesura; en una transición continua.
Todo el Segundo Movimiento puede considerarse un lied que alterna frases cantabile y recitativos. Como en un lied, los elementos de virtuosismo están en un segundo plano frente a la claridad melódica. Este movimiento prepara para la destreza violinística incluida en el Tercero: arpegios ascendentes y descendentes, como se presentaron en la cadenza del Primer movimiento; trinos prolongados que sirven de fondo para que las maderas  presenten el tema. El desarrollo es muy similar al del Primer Movimiento, si bien se dan los mismos recursos compositivos en instancias musicales diferentes. Esto da a la obra una cohesión y coherencia total, y le otorga  forma cíclica. 
En resumen, este concierto es un buen ejemplo de la estética del compositor: Mendelssohn no es un revolucionario a ultranza, sino que sintetiza elementos del pasado con el enfoque de su propio momento.

Antonin Dvorak – Sinfonía N° 8 en Sol Mayor opus 88.


La obra de Dvorak (Nelahozeves, Bohemia, Imperio Austríaco, 1841 - Praga, Bohemia, Imperio Austrohúngaro, 1904), uno de los compositores más versátiles del S.XIX, suele asociarse en un enfoque simplista al nacionalismo checo de Smétana; sin embargo, su estilo musical está marcado por la diversidad y la complejidad. Su producción más temprana muestra la influencia de Mozart, Beethoven y Mendelsohn en cuanto a patrones técnicos y formales. Hacia fines de la década de 1860 y hasta 1874 aborda una fase más experimental que recoge los aportes de Wagner y Liszt. Ya hacia la época de su Quinta Sinfonía (1875) su experimentalismo deja paso a una mayor atención a la forma clásica, con melodías simétricas. una menor exploración en el campo armónico y atención a la obra de Brahms. Al mismo tiempo desarrolla un enfoque nacionalista; comienzan a aparecer en su música elementos del folklore eslavo provenientes de su estudio de colecciones folklóricas así como de su relación con Smétana y Janácek: ritmos sincopados de danzas como la polka, mazurka, dumka y furiant; melodías de canciones populares checas.
La Octava Sinfonía fue compuesta en el verano de 1889 en la villa de Vysoka, cerca de Praga, y estrenada el año siguiente. Se plantea en la tonalidad de Sol Mayor, poco frecuente entre los compositores románticos; Dvorak juega también con la alternancia entre la tonalidad mayor y menor. El Primer Movimiento ya presenta contrastes entre pasajes enérgicos y respuestas líricas desde las maderas.  Es importante el trabajo de dinámica. El Segundo Movimiento toma forma de scherzo; es evidente la influencia de Brahms y sus Danzas húngaras.  Dvorak confía al oboe el desarrollo de una melodía popular, retomada por los violines. El movimiento final, con su parte central en do menor en ritmo de marcha, muestra nuevamente la inspiración brahmsiana. El final es absolutamente romántico, pero también constituye una de las propuestas más modernas del compositor, quien trabaja sobre variaciones. Dvorak llegó a escribir diez versiones de este pasaje, cuya comparación es ejemplo del trabajo artesanal en la escritura sinfónica, madurando hasta la versión final.
La Octava Sinfonía muestra innovaciones formales en los dos primeros movimientos, y un notable manejo de los contrastes en la orquestación. La patria checa está presente, nación reelaborada a través de melodías y ritmos tratados mediante los lenguajes académicos europeos.

Marita Fornaro Bordolli – Ernesto Abrines
Centro de Investigación en Artes Musicales y Escénicas
Departamento de Ciencias Sociales, CENUR Litoral Norte
Universidad de la República