FESTIVAL PIANISSIMO – NOCHES EN LOS JARDINES DE ESPAÑA

Directora: Ligia Amadio

Solistas: Ricardo Castro (piano, Brasil/Suíza)

Programa:

LUIS CLUZEAU MORTET

Llanuras, primera impresión sinfónica (5')

CLAUDIO SANTORO

Sinfonía Nº9 (23')

MANUEL DE FALLA

Noches en los jardines de España (23')

MAURICE RAVEL

La alborada del gracioso (10')

 

 

Ricardo Castro

Piano

Nacido en Vitoria da Conquista, Bahía, gracias a su notable talento fue aceptado a los 5 años de edad para estudiar en la Escuela de Música de la Universidad Federal de Bahía. A los 10 años realizó su debut como solista y en 1984 ingresó al Consevatorio de Música de Genova para estudiar piano con María Tipo y dirección con Arpad Gerecz.

Obtuvo Primer premio en el Concurso Rahn (1985. Zurich), Pembajer (Bern, 2986) y se graduó del Conservatorio de Genova (1987) con las máximas distinciones. Completó sus estudios de piano en París con Dominique Merlet.

En 1993 se convirtió en el primer latinoamericano en conquistar el Concurso Internacional Leeds en Inglaterra. A partir de entonces ha tocado con las principales orquestas y en los teatro más prestigiosos.

 Junto a María João Pires tocan a dúo desde 2003, lo que les ha permitido realizar recitales en toda Europa y grabar varios discos.

Además de su brillante carrera artística, Ricardo Castro se ha interesado en la educación de los nuevos pianistas profesional, dictando clases en la Escuela de Música “Haute” de Lausanne (Suiza), y en los programas sociales para niños y jóvenes. En 2007 impulsó el proyecto “Núcleos Estatales de Orquestas Juveniles e Infantiles de Bahía” (NEOJIBA), y ha estado al frente del mismo como director musical y artístico. Su dedicación como educador, director y manager de este intenso proyecto no le ha impedido continuar tocando en festivales y en conciertos como solista.

En 2013 fue reconocido como el primer brasileño en convertirse en Miembro Honorífico de la Royal Philharmonic Society.

 

 

Luis Cluzeau-Mortet – Llanuras, Primera impresión sinfónico-nativa

 

Luis Cluzeau-Mortet (Montevideo, 1889 – 1957) se forma con su abuelo, el músico francés Paul Faget; estudia luego violín y viola con María Visca. Inicia su actividad creadora a los 19 años; actúa intensamente en la vida musical montevideana, como violista del cuarteto de la Asociación Uruguaya de Música de Cámara y como integrante de la OSSODRE en la etapa fundacional. Su obra ha sido analizada por Susana Salgado y Graciela Carreño; Salgado diferencia tres “modos de componer” en Cluzeau-Mortet: uno de influencia francesa, romántica e impresionista; un segundo nacionalista, y un tercero de tendencia europeísta – si bien podría pensarse que un enfoque europeísta debería incluir la escritura romántica e impresionista. Estos estilos no son cronológicos, sino que muchas veces están presentes de manera simultánea en su obra.

En su escritura sinfónica predomina la vertiente impresionista, con obras relativamente breves en el estilo de los poemas sinfónicos. Llanuras, compuesta en 1932, se adscribe a la tendencia, tan evidente en Eduardo Fabini, de “describir” musicalmente un paisaje campesino, considerado como representativo de esa idea nacionalista de patria. La obra resultó ganadora de un concurso de composición organizado por el SODRE en 1932 y obtuvo un premio en el Concurso de Composición del Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social en 1934.

Desde el título, Cluzeau trata de definir sus opciones de textura y lenguaje impresionista. Este último lo logra con las sonoridades de las maderas y las arpas, con una escritura de clara influencia de La isla de los ceibos de Fabini, a partir de la cual se puede seguir la línea genética hasta Debussy. Presenta una estructura tripartita A – B – A. La primera sección incluye tres motivos basados en arpegios y glissandos de las arpas sobre trémolos de los violines, con breves intervenciones de las maderas y la trompa, esta textura reaparece en la segunda y la tercera. La obra constituye un ejemplo de cómo el nacionalismo no es una estética ni una técnica compositiva, sino un enfoque para cuya concreción un compositor puede servirse de los medios de su tiempo y lugar.

 

 

Claudio Santoro – Sinfonía Nº 9

 

Un hombre de vanguardias, a lo largo de su carrera como compositor, director y gestor Claudio Santoro (Manaos, 1919 – Brasilia, 1989) fue transitando por diferentes caminos estéticos vinculados a los tiempos ideológicos del siglo XX. En una primera etapa se entusiasma por el dodecafonismo, tanto en su versión más ortodoxa como la más laxa – en particular porque nunca abandona la línea melódica. En esta posición influyen sus estudios con Joaquim Kollreutter, que lo llevan a adherir al grupo vanguardista “Música Viva”. Los compositores de este Grupo se oponen a la corriente nacionalista, que proponía la utilización del folklore brasileño a partir de los postulados de Mario de Andrade. En este contexto concibe  Impressões de uma Usina de Aço (1943), que describe el interior de una siderúrgica. Entre sus maestros también se encuentran compositores franceses – becado, estudia con Nadia Boulanger – y soviéticos. Se forma también en composición para cine.

Luego de participar del II Congreso Mundial de Compositores Progresistas en la Checoslovaquia socialista y en el contexto de la Guerra Fría, Santoro, afiliado al Partido Comunista de Brasil, adscribe al Informe Zhdánov – la quintaesencia del Realismo Socialista - y comienza a desarrollar su estética nacionalista como expresión concreta del postulado de acercar el arte a las masas. Posteriormente regresa al serialismo y explora la música electroacústica; esta última corriente está en la base de la Sinfonía Nº 8 y de Mutaciones.

La Sinfonía Nº 9 (1982), dedicada al compositor Alberto Magnone, es también un homenaje a Johannes Brahms, a la vez que incluye algunos compases de la Novena Sinfonía de Beethoven. La Sinfonía N° 9 resume las búsquedas de Santoro sobre el dodecafonismo, la música aleatoria, el realismo socialista - en este caso marcado por elementos nacionalistas brasileños. A cien años de su nacimiento, esta Sinfonía muestra la búsqueda continua de un compositor de especial talento que no rehúye el compromiso ideológico de la actividad creativa.

 

 

Manuel de Falla – Noches en los jardines de España

 

Manuel de Falla (Cádiz, 1876 – Alta Gracia, Argentina, 1946) destaca en la música española del siglo XX como una de sus figuras de mayor influencia; su enfoque del nacionalismo musical influyó directamente sobre generaciones de compositores europeos y americanos. En su proceso de construcción de un nacionalismo de corte andaluz, Falla recurre a un lenguaje impresionista, evidente en Noches en los jardines de España, si bien algunos musicólogos marcan el componente romántico de su música. Elabora esta obra a través de siete años; la estrena en Madrid en 1916, momento determinante de un nuevo lenguaje orquestal en el naciente sinfonismo español.

Falla concibe la obra a partir de nocturnos para piano, pero su amigo, el pianista Ricardo Viñes - a quien la dedicará - le sugiere que los convierta en una obra orquestal con el piano como solista. El lenguaje es marcadamente impresionista; el propio Falla anota que “el propósito no es descriptivo, sino expresivo”; se trata de “evocar lugares, sensaciones y sentimientos”. Falla apela a su experiencia sensorial de los jardines andaluces; a la poesía de Paul Dronot y de Rubén Darío; a la serie de jardines pintados por el catalán Santiago Rusiñol y Prats. Como anota uno de los expertos en su obra, Michel Christoforidis, todas estas fuentes son tamizadas a través de la inspiración andaluza, que le proporciona ritmos, modalidades, cadencias y ornamentaciones. Falla estudia los elementos constitutivos de la música andaluza e incluso árabe- andaluza, de los que surge la ambigüedad mayor/menor que se aprecia en la obra.

Los analistas han señalado la perfección de la escritura de las Noches…, que por este rasgo han sido comparadas con la minuciosidad de la orquestación de Ravel; también es de destacar la originalidad de la técnica pianística y la textura que Falla logra en la relación entre el piano y la orquesta.

 

Maurice Ravel – Alborada del gracioso

 

Maurice Ravel (Ciboure, Bajos Pirineos, 1875 - Paris, 1937) consolida su prestigio como compositor a partir de la primera década del siglo XX, luego de sus enfrentamientos con el Conservatorio de París y con los compositores dominantes en la academia, frente a quienes siempre resulta perdedor en los concursos oficiales. El compositor desarrolla su propio lenguaje que tradicionalmente se incluye dentro de la corriente impresionista, pero que se diferencia del de Debussy en varios aspectos, entre ellos, y quizás el más destacado, el carácter marcadamente melódico de gran parte de su música. El compositor supo absorber diferentes aportes: elementos del post-romanticismo, del jazz, de la música popular española y francesa. Sus armonías extendieron el margen de la tonalidad a través de la exploración de acordes inusuales y el uso de la bitonalidad.

La Alborada del gracioso forma parte de Miroirs (Espejos), cinco piezas para piano compuestas en 1905 y dedicadas a miembros del Grupo de los Apaches al que pertenecía Ravel. En su título el término “gracioso” significa bufón, personaje de la comedia española. Esta pieza fue la única orquestada de la obra general.

De acuerdo con la inspiración española – de la España exótica e imaginada desde Francia -, Ravel utiliza todos los recursos tímbricos de la orquesta: castañuelas, xilófonos, arpa, entre otros. Los ritmos de danza contrastan con la intervención solista del fagot, marcadamente melódica, en una obra que es ejemplo del interés por lo exótico que acompañó al enfoque impresionista.

 

Marita Fornaro Bordolli – Ernesto Abrines

Centro de Investigación en Artes Musicales y Escénicas y

Facultad de Artes

Universidad de la República

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